¿Es Dios el causante de los Desastres Naturales?

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Para algunos es comprensible aceptar que sufrimos por nuestro pecado o el de otros, pero se horrorizan al ver las muertes de miles de personas por causa de un desastre natural como un terremoto, un huracán o una pandemia como hemos visto en nuestros días. ¿Dónde está Dios cuando las fuerzas de la naturaleza se desatan y causan calamidades?
Dios nos enseña en su Palabra que Él es responsable de todo desastre natural e incluso de las discapacidades humanas como la ceguera o la sordera.

No hay razón para “excusar” a Dios por lo que pueda estar pasando en el mundo. Él es soberano y hace lo que le place (Salmo 115:3). El profeta Amós es muy directo cuando pregunta, “Si sucede una calamidad en la ciudad, ¿no la ha causado el SEÑOR?” (Am 3:6b). Dios está en absoluto control de cualquier desastre natural (Is 45:7). Cuando Jonás se rebeló contra Dios, Él envió una tremenda tormenta. Cuando una tormenta arreciaba sobre la barca en que iban Jesús y sus discípulos, bastó la orden del Señor para que las aguas se calmaran. Por ejemplo, cuando nosotros oramos ante alguna amenaza de huracán, lo hacemos porque sabemos que Dios tiene el poder de detener los vientos. Lo hacemos también porque creemos que:

“Dios es nuestro refugio y fortaleza,
Nuestro pronto auxilio en las tribulaciones.
Por tanto, no temeremos aunque la tierra sufra cambios,
Y aunque los montes se deslicen al fondo de los mares;
Aunque bramen y se agiten sus aguas,
Aunque tiemblen los montes con creciente enojo”
(Sal 46:1-3).

En una ocasión hubo un temblor en California, Estados Unidos. Como consecuencia, varios pastores del estado se reunieron para dar un mensaje conjunto. Ellos dijeron que Dios no tenía nada que ver con lo que había sucedido. Al final de la reunión, se le pidió a uno de los pastores que dirigiera al grupo en oración. Este pastor empezó a agradecer a Dios porque el terremoto ocurrió a las cinco de la mañana y no durante horas laborales. Yo me preguntaba, entonces, ¿Dios tiene que ver o no tiene que ver con el terremoto? Si Dios no tuvo relación alguna con el terremoto, ¿por qué dar gracias a Dios por la hora cuando este ocurrió? Hasta pastores pueden ser inconsistentes a la hora de evaluar las experiencias de sufrimiento en esta vida.

Decir que Dios tiene el control de los desastres no es ser fatalistas y mucho menos debe generarnos una actitud pesimista que nos haga decir: “no hay más remedio”. Todo lo contrario. El fatalismo es resignación ante las circunstancias que son como son, asumiendo que no hay nada que hacer porque no hay motivo ni propósito. La providencia de Dios, de la que acabamos de hablar, declara que el Señor tiene planes sublimes, aunque nosotros no podamos entenderlos.

Es posible que podamos tener diferencias con respecto a las causas inmediatas de un desastre (los fenómenos naturales que surgen son consecuencia de la temperatura de los vientos, fallas tectónicas y otras causas naturales semejantes). Pero todos debemos estar de acuerdo en la causa final, que es el mismo Señor.

Usaré el ejemplo de un terremoto para explicar cómo el famoso filósofo Aristóteles distinguía cuatro causas distintas:

        •  La causa material: es la sustancia o materia responsable de algún evento. En el caso bajo análisis, esa causa es la tierra o el subsuelo.
        •  La causa: es la característica que distingue una cosa de otra. En un terremoto, podríamos decir que la causa formal fue la falla en el subsuelo que estuvo presente en esa región, pero no en otras.
        •  La causa eficiente: es el factor desencadenante de un evento. En este caso particular, podríamos decir que fue el peso de la capa tectónica superior que no pudo ser soportado por las capas de más abajo.
        •  La causa final: es el propósito para el cual algo fue hecho. En este caso, esa causa es Dios y los propósitos que Él se propone cada vez que permite alguna calamidad.


Dios creó la naturaleza para que funcionara perfectamente, pero el pecado del hombre arruinó la estabilidad de la creación. La naturaleza está “descompuesta” porque participa de la caída. Dios no evita este mal funcionamiento, porque sería como evitar los efectos de la caída y las consecuencias inevitables del pecado. Sin embargo, en medio de todo esto, Dios tiene diferentes motivos para usar esas disfunciones presentes en la naturaleza. A veces como juicio (Am 4:6-11); otras veces para cumplir con sus planes de bien (como en el caso de Jonás y la tormenta); en otras oportunidades para glorificar su nombre mostrando misericordia en medio del dolor; y también para traer al ser humano a sus pies. Y con frecuencia, para traer salvación al hombre (como la cruz de Cristo) y otras veces para santificarnos, como explica Pedro en su primera carta y como hace Pablo en múltiples porciones de las suyas.

Todos nosotros debemos descansar en el Señor. Mi reposo no está en que las cosas van a salir bien, según yo entienda el significado de “bien”. ¡Las cosas van a salir verdaderamente bien porque el bien verdadero es el que Dios tiene en sus planes! ¿Cuál es ese bien verdadero? Su gloria y mi transformación a su imagen (Ro 8:28). Venga lo que venga, todas las cosas cooperarán para ese bien.

Fragmento tomado del libro “Renueva tu mente” de Miguel Nuñez


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